3.1.
Vida.
José Zorrilla nació en Valladolid (1817).
Su padre, José Zorrilla, era hombre culto, absolutista y partidario del rey don
Carlos; su madre, Nicomedes Moral, mujer piadosa, sufrida y sometida al marido.
Tras varios años en Valladolid, Burgos y Sevilla, la familia se estableció en
Madrid, donde el padre ejerció con gran entusiasmo al cargo de superintendente
de policía y el hijo ingresó en el Seminario de Nobles.
Estudió leyes en las universidades de
Toledo y Valladolid (1833-36), con nulo aprovechamiento. Durante unas
vacaciones se enamoró de una prima, a la que evoca en "Recuerdo del
Arlanza", era éste el primero de una larga lista de amores.
Huyó de la casa paterna (1836),
refugiándose en Madrid, donde la fama lo sacó súbitamente (1837) de una vida
oscura y llena de privaciones.
Se casó con Florentina O’Reilly (1839),
viuda bastante mayor que él y con un hijo. No fue el dinero el motivo de la
boda, pues estaba arruinada. Aparte la edad, varias causas influyeron a hacer
infeliz el matrimonio: la antipatía del hijo hacia José, las riñas entre mujer
y suegra, la desaprobación del padre.
Viajó a Francia (1845), asistiendo en
París a algunos cursos de la Facultad de Medicina. Ese mismo año murió su
madre, dejándole profunda melancolía.
De regreso en Madrid (1846), recibió
varios honores dos año más tarde: se le nombró miembro de la Junta Teatro
Español; el Liceo organizó una sesión para exaltarle públicamente; la Real
Academia lo incorporó como nuevo miembro. Pero la muerte del padre (1849) le
causó un duro golpe.
Huyendo de su mujer, se estableció en
París (1851) y Londres (1853), a donde le acompañaron los inseparables apuros
económicos. En París conoció a Leila, la cual le ayudó a salir adelante y el
amó apasionadamente.
Embarcó, por fin, rumbo a México (1854-66).
Llevó en aquel país una vida de aislamiento y pobreza. Cuando Maximiliano ocupó
el poder (1864), Zorrilla se convirtió en poeta áulico y fue nombrado director
del Teatro Nacional.
Muerta su esposa, regresó a España
(1866). El fusilamiento de Maximiliano, abandonado a su triste suerte por el
Papa y Napoleón III, le produjo una profunda crisis religiosa.
Se hizo famoso dando recitales públicos y
obtuvo numerosos honores entre los que sobresalen su nombramiento de cronista
de Valladolid (1884) y su coronación como poeta nacional en Granada (1889).
No hay comentarios:
Publicar un comentario